La alergia alimentaria afecta al menos al 2-4% de niños y adultos. La presencia de alergia puede ocasionar tanto consecuencias severas como las reacciones graves como la anafilaxia, como disminuir la calidad de vida de las personas e incrementar su carga económica. El diagnóstico de alergia alimentaria plantea la necesidad de una vigilancia constante en la ingesta de los alimentos. En el caso de los niños, se hace más evidente conforme se van haciendo mayores y se multiplican los contextos sociales y escolares. La alergia a proteínas de leche de vaca (APLV) sigue siendo la principal alergia alimentaria en la primera infancia, si bien su pronóstico suele ser mejor que otras alergias que se desarrollan más tardíamente.
La Global Allergy and Asthma European Network (GA2LEN) ha publicado recientemente una serie de pautas basándose en la evidencia científica más actualizada. En cuanto a las recomendaciones dietéticas en menores de 1 año con APLV que necesitan una alternativa a la leche materna, la recomendación es utilizar una fórmula extensamente hidrolizada o una fórmula elemental. Deben evitarse fórmulas parcialmente hidrolizadas, leches de otros mamíferos y en el caso de menores de 6 meses, también las fórmulas basadas en proteínas de soja. A partir de los 6 meses puede valorarse el uso de fórmulas de soja. También han demostrado ser seguras y bien toleradas las fórmulas de proteína de arroz en cualquier edad desde el nacimiento.
Las fórmulas hipoalergénicas (fórmulas extensamente hidrolizadas y fórmulas elementales) son toleradas por un 90% de los lactantes con APLV con un intervalo de confianza del 95%. Las fórmulas de proteínas extensamente hidrolizadas que contienen péptidos cortos (la mayoría por debajo de los 1500 Da) son la primera línea de tratamiento para los casos de APLV leve o moderada. En casos severos o con ausencia de respuesta a las fórmulas extensamente hidrolizadas, deben proponerse fórmulas elementales.
No existen evidencias suficientemente fuertes para hacer recomendaciones en la dieta de la madre durante la gestación con el fin de prevenir las alergias alimentarias. Tampoco el uso de ningún suplemento en la alimentación ha demostrado poder evitar que los lactantes y niños desarrollen sensibilización a alimentos. La lactancia materna exclusiva durante los primeros 6 meses del bebé aporta beneficios demostrados a ambos, madre y lactante. Las proteínas de la leche de vaca ingeridas por la madre pasan al bebé a través de la leche materna, especialmente la betalactoglobulina. Sin embargo, si no existe un diagnóstico en el bebé, la madre no debe hacer una dieta exenta en lácteos de forma preventiva.
En el caso de que haya que introducir una fórmula infantil en el bebé, se dan dos circunstancias posibles. En la primera de ellas, es una madre que tiene intención de alimentar a su bebé con lactancia materna de forma exclusiva pero que presenta alguna dificultad que hace que se tenga que suplementar con fórmula. En este caso, teniendo en cuenta que la fórmula se va a utilizar durante pocos días y de forma transitoria, se puede considerar una fórmula extensamente hidrolizada o una fórmula elemental.
La segunda circunstancia es el establecimiento de una lactancia materna suplementada o una lactancia mixta desde el nacimiento. En este caso, la introducción temprana de suplementos de fórmula estándar dentro del primer mes de vida y el consumo diario continuo de pequeñas cantidades que no condicionen la lactancia materna podría hipotéticamente reducir el riesgo de desarrollar alergia a la leche de vaca en el futuro. En esta situación, la introducción de la leche de vaca no debe ir seguida de muchos días sin ofrecer la fórmula, ya que es una circunstancia que parece aumentar el riesgo de desarrollar alergia con posterioridad. En cualquier caso, no existe evidencia científica sólida que apoye el uso de fórmula hidrolizada en un recién nacido de más de 2 semanas de vida con el fin de prevenir la APLV. Como en otros casos, son necesarios más estudios para estandarizar las recomendaciones relacionadas con la prevención de la alergia alimentaria.
Bibliografía
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